Las consultoras.

Este fin de semana estuve charlando un rato con mi amigo Justino, pastor de ovejas desde hace más de cuarenta años en el valle de Los Pedroches, al norte de la provincia de Córdoba, mientras las ovejas pastaban los frescas hierbas que la últimas lluvias hicieron crecer. La sabiduría que este buen hombre tiene llama la atención a cualquiera que intercambie algunas palabras con él. Es capaz de desgranar los más intrincados recovecos de la mente humana. Os lo ilustraré con lo que pude presenciar cuando estaba a punto de despedirme:

Llegó un todoterreno despanpanante 4x4 hasta el lugar donde nos encontrábamos (no sé, pero tendría unos 300 CV ,más o menos), vimos salir de él a un hombre de unos 35 años todo entrajado con marcas de firma que se nos dirigió amablamente con un agradable saludo:

- C: Buenas, ¡qué magnífico día! ¿verdad? ¡da gusto venir al campo!. ¿Es usted dueño de este rebaño? (por Justino).
- Justino: Sí señor, así es. ¿hay algún problema?.
- C: No, por Dios, problema ninguno. Pero... permítame hacerle una propuesta.
- Justino: ¿propuesta?, bueno, usted dirá.
- C: Mire, si yo le digo el número exacto de ovejas que tiene en su rebaño ¿me regalaría una?.

Justino se quedo perplejo y pensativo, me miró buscando algún gesto de complicidad, pero no lo encontró, pués más perplejo aún estaba yo por la presencia y ocurrencia del ejecutivo en aquel lugar, algo realmente fuera de toda normalidad. Por pensar en el caso opuesto, era algo así como la presencia de Justino en la asamblea de accionistas de una gran multinacional.

Justino, que como digo es curioso y sabio como el solo, decidió seguirle la corriente convencido de que, por supuesto, no acertaría el número de hijitas a las que cuidaba como su padre, y así nos reiríamos un rato.

- Justino: Es usted muy osado muchacho, pero acepto.
- C: Bién, me alegro.

El ejecutivo se dirigió al interior del vehículo y sacó un maletín y varios artefactos más que dispuso sobre el capó del mismo. Erá un flamante portatil color rojo Ferrari, Intel Core Duo a 2 Ghz con refrigeración líquida, pantalla 17 pulgadas retroiluminada, ratón inalámbrico por láser y no sé cuantos avances más. Le conectó una tarjeta 3G/GPRS de alta velocidad para tener acceso a Internet. A través del puerto USB le enchufó algo que parecía una pequeña antena parabólica, que tras mirar en un GPS que traía adherido a su PDA, orientó hacia una posición concreta del espacio.

Arrancó el sistema donde corría GuadaLinex V3 con un aspecto extraordinario de limpieza y elegancia de colores en su escritorio. Abrió el navegador Mozilla FireFox, y se conectó a un proxy anónimo para intentar no dejar rastro de nada. Hizo una llamada por el móvil y habló en ruso con alguién a quién espetó un par de ordenes enérgicamente.

Enmascaró la IP de su conexión de red para acceder a una página secreta donde estableció conexión con un satélite de la NASA que, tras configurar adecuadamente y modificar su órbita sincrónica geoestacionaria, pudo posicionar sobre el rebaño de Justino. Tras realizar varios barridos ortogonales a la superficie terrestre desde una altura de 30 Kms, abrió un programa desarrollado en AJAX, en el que usando la API de Google Maps y la información para asignar los geotag correspondientes que le proporcionó el satélite, le creó un podcast al que se sindicó mediante JuicePodder. Tras escucharlo, dijo:

- C: Bueno, estos son los resultados: tiene usted 5 carneros, 647 ovejas, de las cuales 45 están preñadas, esta noche parirán 4, y tres de ellas están perdidas al final del valle.

Justino y yo, nos quedamos perplejos y boquiabiertos. Mucho más Justino, que sabía que los datos eran ciertos. No sabía que responder. Un silencio sobrecogedor envolvía el ambiente. Hasta las ovejas dejaron de balar, ni un balido.

- C: Entonces, ¿puedo llevarme la oveja?
- Justino: Sí, sí, por supuesto, se la ha ganado.

El ejecutivo cogió en brazos la oveja la subió al maletero de su 4x4, recogió toda la parafernalia que había desplegado y se montó en el vehículo para marcharse cuando...

- Justino: ¡Oiga, oiga!.
- C: Dígame.
- Justino: Si le digo a qué se dedica usted ¿me devuelve la oveja?.
- C: Me parece justo, adelante. Pero le advierto que no todos los que llevamos traje trabajamos en lo mismo.

Estaba seguro que mi amigo Justino haría valer su sabiduría para arreglar el despropósito.

- Justino: Es usted consultor.
- C: ¿Cómo? ¿Cómo es posible que haya sido capaz de descubrir a lo que me dedico? Por favor dígame cómo lo ha hecho.
- Justino:

Ha sido fácil. Lo he sabido por tres razones. En primer lugar ha venido usted sin que yo lo llamara, en segundo lugar me ha dicho algo que yo ya sabía, y por último usted no tiene ni idea de lo que hace, en vez de llevarse una oveja, ha cogido a mi perro.

Con todos mis respetos para los consultores, por supuesto. Escribir este remake de la historia que se distribuyó por Internet hace unos años me ha divertido durante un rato.

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